Traducir canciones puede no parecer muy diferente de traducir poesía u otros textos especializados. En ambos casos, el traductor deberá respetar el sentido, la métrica y la musicalidad del texto al reformularlo en otra lengua.
Sin embargo, nunca hay que perder de vista la profunda diferencia entre la poesía y la canción cuando se inicia un trabajo de traducción: mientras que un poema está compuesto para ser recitado sólo con la voz, las palabras de una canción no pueden separarse del acompañamiento. ¿Cuáles son los errores más comunes al traducir las letras de las canciones y qué enfoques han funcionado mejor?
Traducir la letra de una canción palabra por palabra: ¿funciona?
Las traducciones de canciones que intentan respetar tanto el significado como la métrica de una canción son las más engorrosas de todas. A menudo, de hecho, el traductor se encuentra atrapado en los límites que ha puesto a su trabajo y se ve casi obligado a renunciar a la creatividad y al parpadeo personal en un intento de plasmar la intención del autor con la mayor fidelidad posible.
Este problema es especialmente evidente cuando el trabajo de traducción se realiza dentro de un par de lenguas que están muy alejadas entre sí y no comparten casi nada. Piense en el finlandés y el español o en el japonés y el francés.
En estos casos, será casi imposible rastrear las sutilezas fonéticas que el autor del texto original seguramente insertó en su obra, mientras que hay alguna esperanza de éxito en el empeño si se traduce a un par de lenguas "primas".
La feliz elección de la traducción "libre
El requisito más importante para ser un buen traductor de canciones no es buscar la perfección a toda costa, sino, por el contrario, aspirar a producir un texto que pueda cantarse fácilmente en la lengua de destino y que transmita los mismos sentimientos y "atmósferas lingüísticas" que contiene su versión original.
Es decir, debemos esforzarnos por no traicionar la canción original ni en su naturaleza ni en las características que definen su género.
Muy a menudo, las versiones "libres pero bellas" funcionan mucho mejor que las "literarias pero feas", precisamente porque el aspecto textual de la canción es sólo una parte: traducir la letra de las canciones no significa respetar su literalidad a costa de su armonía con el texto. El mayor error que se puede cometer en este campo es traducir una canción como si fuera un poema.
Entre los ejemplos más excelentes de traductores de canciones italianas, hay que mencionar sin duda a Fabrizio De André, que gracias a su profundo conocimiento de la lengua italiana y a su sensibilidad musical fue capaz de traducir canciones extranjeras, creando verdaderas obras maestras de la lengua italiana. Un ejemplo perfectamente apropiado es En el agua de Chiara Fontana, la versión italiana de Dans l'Eau de la Claire Fontaine, una canción compuesta en 1961 por el autor francés Georges Brassens.
El excepcional arte de De André permitió al cantautor realizar traducciones fieles al texto, pero sumamente coherentes con la época y la atmósfera de la música, también en italiano.